Son varios los factores que influyen en el crecimiento de los niños y niñas en verano.
Los genéticos, por su puesto asociados a la herencia relacionada con la talla, el temperamento, etc. y otros externos como la alimentación, el ejercicio, los hábitos de vida, el afecto que reciben y al parecer, también la época del año, o mejor dicho, el clima.
El verano es la época del año en la que los niños y niñas suelen realizar mayor actividad física al aire libre, uno de los factores que favorece el proceso de crecimiento ya que la luz del sol, ayuda a sintetizar la vitamina D –fundamental en el desarrollo de los huesos– y estimula la secreción de la hormona del crecimiento.
Por otro lado, las vacaciones también influyen en el desarrollo intelectual y emocional de los niños y niñas ya que suponen un cambio en su rutina y su entorno, así disminuyen los niveles de cortisol generados por el estrés del día a día, un tiempo libre de obligaciones y exigencias donde hay más flexibilidad en los horarios y en las tareas.
Del mismo modo, aumentan las oportunidades de realizar actividades nuevas en situaciones no estructuradas que conllevan nuevas respuestas adaptativas o lo que es lo mismo, la creación de nuevas conexiones neuronales.
Definitivamente los niños y las niñas aprenden más y mejor jugando, tocando, descubriendo, sintiendo y el verano, con todo lo que hemos visto que implica, es la mejor del año para ello.
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